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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 69 avanzar en el estudio de la vida de Angelita, cuando, traspasando las puertas del convento, se engolfe en ese inmenso mar de la espiritualidad extraordinaria... Nos hacemos la ilusión de que el lector, como nos- otros, ve en Angelita un terreno bien preparado por Dios y por sus virtudes para grandes cosas. Como el suelo que dejó al venirse a España es feraz en toda clase de vegetación, así su espíritu producirá, con la espon= taneidad de una fuerza extraordinaria, sucesos extraor= dinarios también. El historiador debe recoger los sucesos imparcial- mente para transmitirlos a la posterioridad. Al terminar este capitulo con que cerramos la primera etapa de su vida maravillosa, hemos de confesar que nos hemos ser= vido de una documentación escasa, siquiera sea fiel y autorizada (*). Los sucesos que forman la trama de su historia en el convento han tenido testigos fidedignosy sus testimonios casi todos los tenemos juramentados. Entramos, pues, con todas las precauciones que re- quiere el caso y con toda ingenuidad, en el teatro de su vida como religiosa. (1) Obedece eso a la índole reservadísima de Angelita, que ya en gran parte cambia en el convento.
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