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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 65 desprendimiento absoluto y aun nos atrevemos a de- cir que ella hizo aquella oferta para ocultar sus comu- nicaciones con Jesús y disimular el amor intenso con que la tenía cautiva. Tal vez quiso. aprovecharse de aquulla coyuntura para cerrar la puerta a lo que ya preveía. Terminado el rezo del coro, fuése al locutorio, donde las monjitas la aguardaríar con inmenso placer, y ella, anhelosa de entrar en la Comunidad, decía: Ya, mi seño- ra Madre, no tengo otro deseo que el de ser una gran santasa, pero, mi Rvda. Madre, pronto, yo quisiera ser pronto (*). Quien lleva cuenta de las referencias de Angelita echará de ver algo misterioso y profético en sus palabras. La curiosidad inocente de las monjitas, al ver a una niña tan candorosa, creció de pronto, y por probarla o por entretenerse con la voz dulce y sonora de la cubanita, la mandaron cantar. Apenas oyó Angelita la orden que ella creía ser de la obediencia, sin tardanza y emociona- dísima, como arrebatada de un súbito golpe de amor, en tonó esta sublime estrofa: Yo comprendí que el mundo no tenía Con qué llenar mi pobre corazón; Me enamoré del Hijo de María, Le consagré para siempre mi amor; Yo te amaré, yo te amaré, Te lo juro por mi fe; Yo te amaré, yo te amaré, Te amaré, Jesús mío, Te lo juro por mi fe. Raudal de vida, de poesía, de amor, de ternura de vivísima inspiración. Angelita ponía en sus notas toda (1) Ya declararemos más adelante este misterio, ll | Ñ Po 1 l )

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