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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 63 poso había muerto en la cruz (*). Angelita buscaba a ambos, al esposo y a la esposa; a Jesús y a su pobreza absoluta, cuya incumparable hermosura le había mos- trado el Espíritu Santo. ¡Qué dichosa se sentía, pues, de estar ya en Plasencia, cuya austeridad ambicionaba más que el oro y la plata ambicionan las amadoras del mun- do! ¡Qué inflamado latería su corazón, hecho a medida del corazón de Dios!.... M Plasencia, ciudad vetusta, hermosa entre las hermosas, alégrate en este día. Un ángel en carne humana se ade- lanta con ánimo gentil a encerrarse en los muros de tus austeros claustros religiosos. ¡Ciudad de amor! regocíjate y salta de júbilo; ensalánate de fiesta, porque has de ser objeto de las visitaciones divinas y teatro de sus mara- villosas comunicaciones. Dejemos la palabra a las mismas religiosas que, albo- rozadas, la recibieron entre sus brazos. «El día que llegó a Plasencia fué el 4 de agosto, vier= nes (*), a las 5 menós cuarto de la mañana; no hizo más que llegar al portal del convento, cuando se quitó el som- brero y se lo dió a la demandadera para que lo quemara.» Adviértaso aquí de paso la convicción, repetidas veces demostrada, de que ya de nada del mundo necesitaría. Quería que se quemara el sombrero porque no le haría ya falta seguramente. Además ese sacrificio sería ex= piatorio, porque el sombrero significaba vanidad, y ella, ¡ue por necesidad tuvo que usarlo, aunque, como hemos 1) «Questo privato del primo marito» Dante, «Paradiso» C. XI. 2) Notamos el día «dle la semana. porque el viernes era para ella í »”. 1 lat ei 1€ ¿randes misterios,

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