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FLOR DE AZUCENA 15 mucho que fuese su fervor y devoción por estas prácticas y por acuciador que anduviese su celo por abrirse camino por este lado, jamás compar- timos ese parecer ni hubiéramos permitido en lo que respectaba a nuestro deber, que hubiese so- licitado hábito entre las religiosas. Admirábamos su espíritu y decisión pero nun- ca se nos pasó por las mentes que fuera voluntad de Dios su ingreso en religión alguna... Sentía- mos la convicción de que haría mucho más bien en el mundo con su ejemplo, y aún presumíamos que no estando predestinada por Dios para reli- giosa no podían prevalecer sus deseos. No era falta de espíritu, sino ordenación del Señor, a nuestro ver. Por eso cuando nos enteramos de que otra orientación (1) la había encaminado hacia una orden religiosa, siquiera fuera más templada y suave, abrigamos el miedo del fracaso... Decimos esto con entera sinceridad y con ple- na convicción respecto a nuestros puntos de vis- ta, con total respeto al modo de pensar ajeno. No sabemos qué sea mejor en la mujer cuando se trata de la elección de estado, si el pensar o el sentir; a veces se sienten las cosas con tan inten- sa fuerza que no se da lugar a la razón para una intervención moderada. Otras veces es tan firme el imperio de la razón que en las resoluciones (1) Margarita entró en el Convento el día del Sa grado Corazón de 1914.

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