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FLOR DE AZUCENA 713 te y desenclavarte de la cruz, clavándome a Mii Añadía poco después : “¡Qué feliz seré yo Dios mío de mi alma si tengo la dicha de recibirte en mi pecho con la seguridad de que estoy en tu santa gracia!” ¡Quiéreme! Otra vez vengo a tí, Jesús de mi alma. ¡Dios mío, tu corazón tan com- pasivo! ¡No dudo que me perdonarás!... Por este espíritu de penitencia, cuando apenas cumplió la edad reglamentaria, entró en la V. O. T. de San Francisco, a quien siempre profesó particular devoción. A esto obedeció ciertamente que encariñada con la austeridad de la Orden y de sus santos, les consagrase no una devoción cualquiera sino el mismo oficio divino según lo rezan los Padres Capuchinos. En esta época tuvimos a bien hacerla un regla- mento y en el articulado de aquel reglamentito aparecían estas dos cosas entre otras: la cama de tablas y el oficio divino... No era imposición de nuestra parte: era un acto voluntario de parte de ella. Margarita tenía suma facilidad para el rezo en latín: gustaba grandemente en este ejercicio el suave manjar de las divinas consolaciones y hasta comprendía muchas veces el sentido de los salmos y de las lecciones. Sin duda, era esto efec- to de su privilegiado talento que fué grande y clarísimo, pero también fruto de la devoción y del espíritu... A veces da Dios entendimiento

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