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PIEDAD DE MARGARITA 56 Era un delirio espiritual el que le causaba la vista de una azucena. “Quién fuera blanca y pura como ella”, solía exclamar. De ahí su amor a todo lo que fomentase la limpieza y belleza espiritual; de ahí también su esmero delicadísimo en lo que llamaba “mi co- ladita” o cuenta de conciencia. Era de aquellas piadosas jóvenes que como exponía Huysmans iban al confesorio no sólo a ser lavadas, sino a ser lavadas, planchadas y Í rizadas de verdad. Para ser “esposita” de Jesús tengo que ser más blanca que la espuma de las olas y que el copo de las nieves montañesas.
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