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FLOR DE AZUCENA 53 Le expliqué que era un error el pensar que los santos fuesen seres extraordinarios y que para serlo fuese preciso hacer cosas extraordinarias. Los santos son extraordinarios porque abun- dan poco; pero lo que constituye la santidad, está al alcance de las almas más pequeñitas. Dios traza a cada una de las almas su misión y su camino como a cada estrella señaló su órbita; en cumplir esa misión y en seguir ese ca- mino está la santidad. —Creo que para mí ha hecho Dios un “cami- nito de azucenas”. No me atraen mucho las pe- nitencias grandes, pero me enamora todo lo que es pureza, dijo cierta vez. Ya veremos que esta alma que parece pertene- cer al grupo de las seráficas Teresitas del Niño Jesús, practicaba también sus penitencias ... por- que no podía ser alma de oración y de virtud in- terior sin la ayuda de la mortificación exterior. Cuidaba con grandísimo afán la limpieza del alma y tomó a pechos la cuenta de conciencia que ella llamaba “mi coladita” a fin de no errar ni engañarse. No solamente tenía que decir las faltas que le parecieran morales, sino otras muchas menuden- cias del alma. Para eso hubo que señalar un día por mes a una cuenta menuda. “No quiero deber nada a Jesusito”, decía. Mi locura llegará hasta desear que Jesús venga a ser mi deudor... yo sé que es imposible porque su bondad es extre-

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