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FLOR DE AZUCENA 51 sona !... Cuando hago una cosa por mi gusto, le ” digo que tome parte también en mi gusto... Hablamos cierta vez en una cuenta de concien- cia sobre la abnegación de la voluntad que era la base de la perfección cristiana. Aquella delica- da manera de concebir las cosas que tenía Mar- garita me hacía pensar. Interrumpiéndome en mi exhortación, me dijo: Padre mío, yo tengo mu- cho gusto en comulgar y en hacer algo por un pobre, ¿debo privarme de eso? Entonces ¿qué es eso de que me tengo que abnegar?... —De tu voluntad. —¡ Pero si no tengo voluntad! Yo quiero que mi voluntad sea siempre complacer a Jesús. Realmente tenía una docilidad pasmosa. Desde que se convenció que en negar su voluntad y querer se complacía Jesús, se le hizo suavisimo doblegarse a la voluntad ajena, sobre todo, a la de su madre y a la del Director. No dejó de tener sus luchas por las resisten- cias naturales, pero sabía muy bien distinguir una resistencia natural de una mala voluntad. El religioso más cabal experimenta a veces las más grandes rebeldías contra el propósito de ser todo de Dios. Mas la firmeza con que se sostiene en su empeño es la prueba mejor de una buena voluntad. Estas resistencias no pueden ser obs- táculo para la santidad, y aún ayudan grande- mente para alcanzarla si la voluntad las resiste, Margarita en sus 18 y 20 años no pudo menos 5 ANA NA

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