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46 LA NIÑA FERVOROSA Ya entonces pedía a Dios, en su escrito de ejercicios, le diera a conocer su vocación. No era alma que pudiera anidar en los alcáza- res del mundo... Aquella avecilla de Jesús bus- caba en presagios cordiales otro nido más cálido y espiritual. Después redacta unos propósitos que ella de- nomina fijos y que con el favor de Dios los cum- plió toda su vida. Desde esa fecha tuvo el cuarto de hora de oración, y como consecuencia, el examen de conciencia cada noche... ; “profundo respeto en las iglesias; nunca faltar a la obe- diencia; siempre alegrarse del bien de otros... trabajar a las horas y hacer lo que manden, nunca impacientarme, no tener celos de nadie”
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