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44 LA NIÑA. FERVOROSA entraron vehementes ansias de comulgar diaria- mente. Así lo declara su propia madre, pero no hacía falta tal declaración; la conducta de la ni- ña era un documento vivo harto elocuente. Bien pudo decirse que era niña con un fervor gigante. A poco de haber hecho la primera comunión se inscribió en la “Guardia de Honor” del Sá- grado Corazón, escogiendo la hora de 11 a 12 de la mañana en compañía de los Angeles. En 1905 hizo sus primeros ejercicios espiritua- les y como constatación de la piedad y del fervor con que los hizo, tenemos el diario de meditacio- nes escrito por ella misma, que no parece sino resultado de un espíritu maduro y firme en la resolución de ser perfecta. Extractaremos de la meditación 2.* del tercer día: Infierno: “No me apena Dios mío el infierno por padecer pero sí por no verte ni poderte bendecir; al in- fierno iría con gusto si te viera y te pudiera bendecir, pues entonces ya no sería para mí infierno.” Quién no recuerda aquí el famoso verso cuya adjudicación mo es todavía definitiva y que em- pieza: “No me mueve, ni Dios, para quererte, etc?” En la meditación siguiente le dice a Jesús: “¡Qué alegría poder volver a ti por medio de una buena confesión general. Yo vuelvo como el
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