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36 MADRE E HIJA Esto no quiere decir que nuestra niña rehuye- ra la compañía de otras niñas de su edad. Cuan- do estaba con ellas era tan dulce, tan buena, tan condescendiente que todas disputaban su compa- ñía (pág. 19). La caridad, la modestia y la mansedumbre brotaban ya en aquella alma infantil con verda- dera pujanza, haciendo vislumbrar en ella una de esas criaturas predestinadas para ser ejemplo y admiración de los demás. A los 14 años había entrado de medio pensio- nista en el Colegio de la Compañía de María en Vigo... Se comprenderá por qué no fué interna. Su corazón que tanto amaba a su mamá y el amor de sus padres para con ella habría de su- frir dolorosamente si hubiese de estar ausente de casa por mucho tiempo. Ni aún las monjas con ser para Margarita personas de indiscutible au- toridad y mérito y sobre todo, con querer tanto ella a toda clase de religiosas, tenían el atractivo de su madre. Por otra parte nadie podía formar el corazón de aquella plantita de Dios, de aquella bella “flor de azucena” como su madre. Tal vez concurrió otra razón para que no fue- se internada Margarita: la compañía misma de las niñas de tan diferente índole y no siempre? tan prudentes y educadas como desearían sus profesoras, podría ser un obstáculo para la quie- tud serena de aquel corazón “hecho de azucenas”.

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