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FLOR DE AZUCENA 27 para otras cosas, sino que la misma palabra mo- vela le repugnaba. No quitaba eso que fuese su cerebro de los más brillantes y enjundiosos que hemos conocido en jóvenes de sociedad. Nos decía con gracia: “Yo creo que las novelas deben hacer el efecto de un vaciador”. “En vez de llenarnos de ideas y cosas buenas, nos dejarán áridas y pobres de cerebro”. “No está la sabiduría en saber muchas cosas sino en saber buenas cosas”. Sentencias como estas brotaban de sus labios castos y puros, frecuentemente. En la intimidad dejaba correr el chorrito de cosas que se le ocurrían y eran hilillos de perlas de una fuente... “Yo tengo pensamientos muy pequeños, repetía, pero son como gotitas trans- parentes en mi cabeza; me hacen mucho bien. Veo muy claro que la educación que he recibido es la mejor; sobre todo, es la única que yo seguiría desde que conozco a Dios”... Algunas veces que traté de que leyera algunas cosas literarias para formar en ella gusto artísti- co, me contestaba : “Si me manda, le obedeceré; ** pero no encuentro gusto ni arte en la literatu- ra moderna. “Cuando quiero percibir un aroma, yo no voy a un charco, me iré a una flor... y mi flor li- «e “« teraria es Jesucristo”... El te puede enseñar más arte que todos los ar- tistas de la literatura, era nuestra contestación.

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