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NI ei] A A AP as 26 EDUCACIÓN Por la belleza misma interior que se reflejaba en su exterior modesto, culto, humilde y son- riente era muy querida. Es verdad; en ciertos momentos de presenta- ciones sociales de motivos secularescos, se sentía algo turbada. No era su ambiente... Repugnabx todo artificio mundanal. Si alguna de sus parientes la invitaba a ir al teatro o a otra diversión, sabía Margarita eludir el compromiso hábilmente y, en todo caso, cortan- do la dificultad por el nudo con valor de cristia- na, que primero quiere agradar a Dios que a los secuaces de frivolidades mundanas. Y era tal la prudencia sabia de nuestra jo- ven que comprendía que para su madre debía ser harto duro contrariar el requerimiento de los pa- rientes, Por eso le decía dulcemente: “Mamá, tú no te opongas a ello, no quiero que te motejen por la educación que me das. Yo me las arreglaré” Sentía profundamente que se atribuyera a su madre un rigor excesivo... y se reservaba para sí el rehusar la invitación, y de tal guisa se com- portaba en semejantes trances que tenian que de- jarla por imposible. Nunca consintió en pisar un teatro ni un baile. Tampoco leyó jamás una novela. No sólo le pa- recía que era perder el tiempo que Dios nos dió

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