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FLOR DE AZUCENA 19 La maravillosa capuchina B. Martinengo tiene sobre este tema una revelación que cuando la leímos, nos hizo alabar mucho a Dios. Según ella, el Cuerpo de Jesucristo sacramen- tado vivirá siempre; esto es: perdurará eterna- mente, porque en el último día de los tiempos, emisarios del cielo transportarán una hostia con- sagrada a la gloria y quedará incorrupta eterna- mente para la adoración y consuelo de los bien- aventurados. Un día le contamos a Margarita algo de esta revelación y nos dijo: “quisiera ser yo el ángel encargado de transportar aquella hostia; quisiera ser después el viril en que estuviera eternamente en el cielo”. De estos coloquios íntimos pasaba ella a una contemplación delicada del cielo, toda bella en su alma y en su cuerpo, Por eso la llamaremos “Flor de azucena”.
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