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Me AI ir, Pr a mer der a 00 Di gi 1 8 ¡ ' | 18 AURORA Decid al Dios que yo adoro que es suyo mi amor entero; que vivir sin él no es vida, y con él de gozo muero. No conviene empero anticipar acontecimientos y temas. La primera Comunión de Margarita dejó en ella huellas imborrables. El día de Corpus tenía para su espíritu un atractivo inexplicable. Todo era espiritual en su alma en ese día de amor... Hubiera querido hacer con todo el brillo del sol, una custodia de adoración universal. “El Corpus Christi, decía, es Corpus de Margarita. Ese- día fué mi alma encaristizada”, No era la palabra que ella usaba, pero ese era su sentido. “Se me figura que este gran día del Señor, los ángeles llevan una custodia consagrada al cielo para que allí reciba la adoración cumplida que merece. “¡Somos tan pequeños en la tierra!” En este delicado pensamiento de Margarita en el que apenas se fijaran otras almas, se encierra uno de los misterios más sublimes de la historia eucarística. En efecto, el V. P. Hoyos dejó es- crito que en el día de Corpus los ángeles lleva- ban una hostia consagrada al Empíreo y allí era reverenciado el Cuerpo de Cristo por toda la cor- te celestial, naa
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