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EPÍLOGO Margarita de Jesús terminó de hilar la seda de su capullo con las finísimas hebras de colo- quios místicos. Ha muerto; sobre el cendal de su blancura casta han puesto una losa que se ha trocado en flor y es perfume de rosa. Se abrió ante ella esa otra rosa del arcano. Sú vida es amor perdurable... Amor sin dolores .... Aprendamos de ella a vivir la vida casta, pura de las azucenas; aprendamos a no temer el do- TE Que este corazón que se posa en una gota de agua y en la menuda hierbecilla imperceptible, busque a Dios por la misma escala que ella usó. Su Dios es nuestro Dios... Y aunque es el Dios escondido tras persistente capuz, hay dos escalas de luz que El.al alma ha tendido. La oración... y aquel gemido intercesor de la Cruz.
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