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FLOR DE AZUCENA 243 El merecimiento es siempre planta que florece en la eternidad. Ha muerto la esposita de Jesús... Ha cobrado una nueva juventud que hace conservar entero el “divino tesoro”. Es otra juventud distinta que la de los años, No es juventud que envejece, en la que la be- lleza sólo es aparente, y la gracia sólo externa. Esta juventud de la que se ha despojado con la muerte no es posible definirla como “divino tesoro”. Ha subido a un nuevo vergel de rosas y alelíes que se entreabren y saludan en una ostentación de nueva existencia. Aquella vida fabricada de diamantes en los fuegos y aguas sobrenaturales del amor a la blan- ca pureza de la Eucaristía, se ha colmado de gloria. La azucena que se abrió ante los Sagrarios se ha trasplantado al vergel de Dios. ¡ Dichosa ella! Las circunstancias de su muerte dejaron pro- funda huella de impresión... Las amigas y co- nocidas corrieron a saber todos los detalles, a pe- dir algún objeto de Margarita, como reliquia ve- nerable. Todo en derredor de aquella muerte era pre- sagio del triunfo que había coronado la pura existencia de la joven. Los malos mueren antes de morir, y los buenos viven después de muertos. “In memoria «terna
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