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q ara Ae ; | Í- E tias 14 AURORA esas peculiares rabietas tan comunes en las niñas mimadas”., Sólo una vocación maternal al sacrificio es ca- paz de soportar las mil y una impertinencias de estas “nenas de sangre azul” o de “sangre amari- lla” cuando'se les ocurre un capricho. La educación qué ordena a las madres cohibir desde la primera edad esos brotes de mal humor de los niños, no tuvo lugar en Margarita, Siem- pre aparecía plácida su frente, como la de cándi- da paloma; no se arrugaba de enojo ni se enluta- ba de penas. Singular condición la de Margarita nacida pa- ra sembrar bondades y sonrisas, Aquella aurora teñida de rosa se desplegó en abanico de candor. Sus años eran la medida de sus nuevas cualidades de vivísima cordialidad es- piritual. Como a muchas sántas se le adelantó la razón, si vamos a analizar los hechos constatados per- fectamente a sus tres años (1). En uno de aquellos grandes jueves de amor, a los que después tendría ella devoción tan re- sonante, hizo su consagración a la Virgen como Hija de María. Era el 15 de mayo, día de la Ascención del Señor; tenía ella no más de tres años, cuando (1) Diríase realizado en ella aquello de San Bernar- do: “Prevenire tempora meritis”.,

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