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-238 ASÍ MUEREN Aún en los momentos aciagos de la vida de la buena Condesa, cuando toda la familia pudo opi- nar contra ella por cierta condescendencia tras- cendental con su hijo Augusto que sólo en nom- bre de Dios y con el alma en el cielo pudo tolerar, Margarita estaba unida a su madre y ella era el ángel de la consolación, y ambas unidas afronta- ron la tempestad, natural si se miran las cosas desde el punto de vista humano y social, pero que era necesario vivir cerca de Dios para hacer * frente a ella. l Nunca dió Margarita el menor disgusto a su adorada madre, sin embargo, quizo antes de par- tir de este mundo, obtener el perdón y beneplácito materno, como una obediencia de su clase para abandonarla e irse a Dios. Lo afilado de esta espada para el corazón de la . lustre dama se deja entender. Margarita, ante la clara visión de su muerte obtuvo la bendición de su madre. : El día de Reyes recibió la visita del Rey in- mortal de los tabernáculos. La alegría de la jo- ven enferma era indecible. Comulgó con la me- dallita de la Virgen como siempre. La cama en que yacía doliente era un jergón de paja; le re- cordaba las pajitas de Belén. Nunca quiso usar jergón de lana; debía imitar a su Esposito en la pobreza. Fué una de las lec- ciones que le dió la contemplación del Calva- rio, como ella misma escribió. ll

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