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222 LA MADRE DEL AMOR HERMOSO Lo que en la paleta del pintor es color, en la naturaleza es luz. Lo que en el verso del poeta es rima, en el alma es claridad y fuerza. No hay genio capaz de pintar la naturaleza ni poeta ca- paz de cantar a la Inmaculada. De aquí nace otra observación que en cierta ocasión nos hizo Margarita hablando de Jesús Niño... ¿Sabes qué hermoso fué el niño de Santa Te- resa?... En una poesía se escribía el retrato de aquel niño. Margarita contestó: “¡Qué feo!” —¿Cómo? ¿No te gusta el retrato? —Ese retrato es lo que piensa el poeta. Pero ¡qué diferente de lo que realmente fué y es! En efecto las cosas soberanas cada cual las pinta según las ve, no según ellas son. Por muy hábil que fuese el poeta de marras todo el privi- legiado color de su paleta y todo el poder de plasmación de su estro, no eran bastante para decir a Margarita lo que era el Niño Dios. Las pinceladas del genio parecianle sombras o dibujos ensombrecidos en comparación de cómo era Je- sús, y aún de cómo ella lo concebía en su mente casta y luminosa. “En su rostro de cielo se halla la calma ¡Ah, qué encanto de niño tengo en mi alma!”

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