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216 LA MADRE DEL AMOR HERMOSO fué creciendo por momentos hasta incendiarle el alma en llamas de verdadero entusiasmo y pie- dad. Escogió a la Virgen pura por maestra de la perfección. Cierto día cayó nuestra conversación sobre “la Mística Ciudad de Dios” de San Agustín. De pronto me interrumpió; será muy bella esa obra pero hay otra obra “Mistica Ciudad de la Vir- gen” escrita por la madre Agreda que me parece más amable. Tenía a esta Venerable Madre suma devoción por haber sido una de las más firmes defensoras del misterio de la Inmaculada Concepción, y la- mentaba que la Orden hiciera tan poco por lograr su beatificación. No comprendía que hombres de teología pusieran reparos a la obra de esta vene- rable maestra y decía con ingenuidad: “Para mí la Venerable Madre está muy cerquita de la Santísima Virgen en el cielo. “El poema de su libro sobre la historia de la Inmaculada es más asombroso que el poema de piedra de las catedrales góticas.” —¿Por qué? la objetamos. —Porque estos por ricos que sean son obras de los hombres y aquel no pudo ser sino obra de la Virgen... Cuando compuso su libro de poesías rimó dos amores y siempre giró sobre esos dos polos: “Jesús y María.”

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