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214 LA MADRE DEL AMOR HERMOSO los ángeles que obtuvieran para ella las ternísimas sonrisas y miradas de la Inmaculada, sonrientes cual sonrientes son las sonrosadas tintas de una hermosa mañana de abril. Venid y vamos todos con flores a María, con flores a porfía, que madre nuestra es. Y glosando misticamente estos poemáticos can- tares del corazón teólogo del pueblo, escribía: “Si, venid hijas de tal madre, hijas de María y “* traedle flores a la Reina de mi corazón, pero no flores que se marchitan, flores de este triste destierro sino flores celestiales y lirios de pu- reza y violetas de humildad y adornad con ellos el altar de nuestra Inmaculada Madre: man- dad a vuestros ángeles de guarda con místicas flores para Maria y pedid a los Serafines sus fervientes labios para ensalzar una vez más las glorias de Ella, Pedid a las virgenes purísi- mas que de cerca siguen al cordero, os presten sus inimitables cantos para alabar a María — pedid a David su melodía, su arpa y entonád himnos sublimes a la criatura más pura y más santa de la creación, a María Inmaculada”. £ La primera composición que brotó de su plu- ma lleva aromas y arreboles de aquel año jubilar de la Inmaculada 1904,

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