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212 LA MADRE DEL AMOR HERMOSO ocasión que los nombres que la entusiasmaban eran: Inmaculada y Eucaristía... “Margarita de la Inmaculada”. “Margarita de la Eucaristía”... Soñó siempre con poder realizar este sublime ideal y por eso los colores azul y blanco le cau- saban un entusiasmo que le ¡duró toda la vida... Cada hora saludaba a la Virgen con un Ave María y este nombre se le antojaba suave más que el sonar del arpa, más que el piar del ave. Cada día, tres veces saludaba a la Reina del cielo con el Angelus, y llevaba con deliciosa y suave veneración una medallita como su mejor dije porque era la prenda de su esclavitud a Ma- ría a la que pertenecía. Era de suma edificación ver a Margarita en la hermosa edad en que las niñas viven en el harén de sus ilusiones, pensando en modas y caprichos de París, vestida con su hábito de la Virgen del Carmen, sencillo y humilde de gruesa estameña, ceñida con un ancho cinturón o correa que la re- galaron las monjas carmelitas de Alba de Tormes. No sabemos en qué año estuvo Margarita en Alba ante el sepulcro glorioso de Santa Teresa de Jesús. Creeríamos que pudo ser en su viaje a Plasen- cia en 1910 por el mes de septiembre, pero esto

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