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FLOR DE AZUCENA 205 ramente ella misma como canto a Jesús, el arrullo amoroso de su alma. Cuando el 6 de enero de 1919 se agravó mor- talmente su enfermedad y todavía conservaba despejada su cabeza dijo a su madre: “que veía unos versos muy bonitos” los más bonitos que se le habían ocurrido nunca; y como su madre le preguntara cómo se titulaban. “La palomita blan- ca” respondió. Era el verso más lindo de su vida: La palomita blanca de su alma volando al cielo. Desde aquel momento empezó un continuo amoroso coloquio con su Amado; era también el “arpegio más bello”. ¡Cuánto tardas, mi amor, por quien suspiro, en llegar hasta mí! ¡Oh! ¡qué larga es la noche a quien te espera y suspira por tí!

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