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PP a a 204 ARPEGIOS EUCARÍSTICOS Niño Jesús” y se complacia en rodear de esas pa- lomitas una estampita del Niño Dios, que siem- pre llevaba entre sus hojas. Un episodio, tan de- licado como expresivo a este respecto es el que se nos cuenta la señorita García Herreros en su libro: “Amaba entrañablemente a las palomas de las que tenía varias parejas. Un día de la Ascensión del Señor, se le ocurrió la peregrina idea de sol- tarlas para que volaran. “¡A ver si vuelan!” se dijo, viéndolas alejarse por los espacios desde la azotea de su casa. Entre aquellas palomas había una a la que prefería con singular predilección; la llamaba, “Pimpinita”. Esta paloma fué la úni- ca que volvió posándose en el hombro de su ama. Margarita la tomó en su mano, la besó y soltán- dola de nuevo le dijo: “Ande “Pimpinita”, tráeme a las otras”... Como si entendiera la orden, la paloma em- prendió el vuelo, y poco después tornaba con sus compañeras. Este hecho podría ser casual pero se presta a mucha: consideración. Lo. que es indudable en el caso, a nuestro entender, es que Margarita, ena- morada ' de las palomitas por su simbolismo, quiso que el día de la Ascensión acompañaran a Jesús en su elevación por los aires. Era muy aficionada a estos recuerdos y símbo- los espirituales. Muchas veces al oír los arrullos de aquellas"parejitas de palomas, arpegiaba segu-
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