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AE FLOR DE AZUCENA 183 Miremos como lo recuerda en un canto al Cris- to de su amor: Un tiempo hubo dichoso ¡ay! lloro al re- [cordarlo, en que una dicha inmensa mi alma vislumbró; mi pecho al Dios del cielo podría en sí en- el día venturoso al fin amaneció... [cerrarlo; Mañana inolvidable de célicos colores, el cielo era sereno, sin nubes, todo azul; mi frente coronada de azahar con blancas flores oculta entre los pliegues de un velo de albo tul. La iglesia celebraba en tan solemne día el Santo Corpus Christi la fiesta del Señor. ¡Oh! cuánta dicha encierras Sagrada Eucaristía ! divinas invenciones ¡misterio todo amor! Llegó el dichoso instante. Allí, en la balaus- [trada de aquel comulgatorio, feliz me arrodillé. Y ví que a mí venía la Hostia consagrada quedando a su contacto yo en éxtasis de fe. Ese éxtasis le duró toda la vida... Su pasión bendita era traducir esa fe en el éxtasis de la co- munión diaria.

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