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FLOR DE AZUCENA sonaba cadenciosa, y amante yo la oía obsequiando al Amor el alma mía. Aún pareciale que el Esposo le llamaba desde las regias moradas claustrales y le decía: Ven, ven, paloma mía, ven, llega presurosa a libar en mi amor, miel deliciosa. Con estos sentires que soñaba ser ecos lejanos de su vocación se presentó jubilosa a las puertas del Instituto de María Reparadora. Penetró en busca del Amado en sus corredores y el Amado con cuyos besos espirituales y abra- zos místicos se recrearía, se ausenió de ella. El vivísimo vacío que la sobrevino, acibaró el cáliz del dolor del sacrificio hecho: Herido y traspasado tenía el corazón por tus amores, y exclamaba abrasado: “Cercadme ya de flores confórtenme su aroma... sus olores”. Jesús en vez de cercarle de flores la cercó de espinas. Aquel dolor en.la salida del noviciado fuéle tan duro como el que experimentó en 1910 a la muerte de su querido papá, al sentir el va- cío de la casa.

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