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FLOR DE AZUCENA 149 “ de la edificación, transmitiéndome aquel su “espiritu tan delicado, tan puro, exquisito y con- “ duciendo a unas alturas que yo no conocía, “ donde sólo pueden vivir las águilas.” Quedan, pues, abonadas nuestras sospechas, las afirmaciones de la citada carta y mucho más que dejamos por decir. Abriendo con esto un nuevo capítulo... no sin antes apuntar, tomado de su cuaderno, que en 1918 escribía como ejercicio de su alma: “Unión con Dios”. Era el último año de su vida, pues murió co- mo se dirá a principios de 1919... La unión con Dios constituye todo el misterio de la vida mística y de la contemplación infusa, y fué toda la aspiración de su vida; sino que no se logra perfectamente, experimentalmente hasta la hora adorable de las divinas contemplaciones. Y estas contemplaciones de la vida mística no son para las cobardes y rehacias en el camino del bien; son para aquellas otras generosas y valien- tes que pueden decir: Oh corazón divino, mar inmenso de ternura y amor profundo y ancho, a ti toda me entrego, nada tengo, sólo un tesoro en esta vida guardo: ¡vivir de amor! Cuando esto se logra y la unión con Dios es verdadera y experimental, las almas viven en- Il ll ' | l
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