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144 ALMA DE ORACIÓN actos de virtud y alabanza ardientes que brotan del corazón. Cuando sentía estos efectos, le ocurría lo que antes dije, que se distraía coluntariamente por falta de concepción clara... Cuando una vez pro- bada la verdad del acto contemplativo quise orientarla hacia ese caminito de luz sobrenatural y de tinieblas a la vez, aconsejándole que no re- primiese dichos afectos porque los preparaba el espíritu auténtico, se calmó bastante. Son como las erupciones del volcán, como el brote de las hierbas que se han formado con exu- berante frescor y vida, Entendió entonces nues- tra Margarita que el fruto de la oración depende más que de lo que hacemos, de lo que hace Dios en nosotros, y para que obre Dios lo que desea obrar, hay que estarse quieto y sosegado para no estorbar la intervención divina, aunque siem- pre en vela. —Me puedo engañar, me objetó un día. —Tu humildad no debe estorbar la acción de Dios. Estos momentos iban siendo más frecuentes cuanto más fiel se mostraba ella en obedecer- y atender la voluntad del cielo. Gustaba muchísimo de practicar la “oración de Dimas” como ella llamaba: “Señor, acuérdate de mí en tu reino”. Sino que Margarita aplicaba la palabra reino al reino de la Eucaristía. Quería sobremanera que su alma fuese total y absoluta-

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