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PA A 4 PRÓLOGO tos de admiración para su hija muerta en los brazos del Señor entre resplandores de fe y de pureza. También la Iglesia Católica, madre cariñosa de cristianos, promueve la veneración de sus hijos porque la exaltación de ellos viene a acrecentar el imperio amoroso de la bondad y a destellar nueva gloria a la historia secular de sus virtudes. Todavía debemos añadir que la Excelentísima Condesa, madre de esta flor eucarística, que va- mos a presentar ante las miradas del público, me- recería ella misma aparecer junto a su hija, co- mo modelo de espiritualidad y vida de amor que tan cumplidamente ha sabido desarrollar tanto en las playas maravillosas de Galicia, al margen mi- lagroso de la bahía de Vigo, como en el seno espléndido y cortesano de la coronada villa de la nación española. Dejaremos empero a un lado el talle espiritual de la madre para concentrar nuestra atención en el hermoso cuadro de la historia de Margarita de Jesús, modelo oportuno, acabado, angelical de toda joven católica (1). (1) La señora condesa nos ha escrito varias veces suplicándonos con el mayor encarecimiento que no la nombráramos para nada en esta historia. Sus ruegos eran cálidos y persistentes, pero no podemos truncar las cosas y es preciso desatenderlos en parte. Lo sentimos por la pena que esto le dará.

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