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| An di A NN 38 142 ALMA DE ORACIÓN ción. No podía ser por debilidad de imaginativa ni por falta de voluntad para concentrarse, In- quirí cierta vez por qué hacía aquello y me con- testó: “porque siguiendo en aquella oración, se sale una de la sencillez”. Alcanzé entonces a comprender que era llama- da a mayor contemplación. Margarita como se ha visto no tenía más que una preocupación cons- tante: agradar a Dios, y temía que en un camino extraordinario se agradase más ella que Jesús... “Es preciso que no me tengan por virtuosa”... La oración de recogimiento le era fácil con po- nerse delante de un Cristo llagado o de una cus- todia. Si había poca gente en su derredor se re- cogía en el acto, Solía repetir: Cuando se ama, nada cuesta orar. Quise un día aprender de ella la práctica de orar que tenía... “No tengo ninguna práctica padre mío, mi oración es una tontería, pero una tontería que amo mucho.” —Díme pues, esa tontería. —Amar a Jesús y dejar que me ame... —+¿ Piensas mucho en Jesús para orar? —"No puedo pensar casi nada. Tan pronto co- mo me detengo en él para mirarlo mentalmente se me baja el pensamiento, al corazón, y se me sube el corazón a la cabeza.”

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