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124 ALMA INFANTIL todo infantiles pero sublimes: “¿Por qué permi- tes Jesús mío que me tiente el demonio con estas vanidades? ¿No sabes que yo no tengo humildad para resistirle?” Si ves que me vence también “yo te acuso” estás obligado Esposito mio a de- fenderme. “Toda esposa debe confiar en el valor de su es- poso... Yo confío en Ti que no volverá a su- ceder eso... No puedes permitir que me venza la vanidad porque sería dejarte vencer, pues el esposo y la esposa son una misma cosa...' Esta infantil manera de “acusar a Jesús” es de un valor impresionante... Revela todo el tesoro filial de Margarita, toda su infantilidad espiri- tual. Vez hubo que al decirme cosa parecida en su habitual cuenta de conciencia le reproché la excesiva confianza. —“¡Oh Padre mío, si yo viese que se me eno- jaba, no se lo diría! A Jesusito le gusta que le diga eso. El me entiende, porque sabe... Có- mo se lo digo.” Esta humildad confiada y cariñosa se echaba de ver lo mismo en sus relaciones con sus seme- jantes; y tal vez su modo de pensar que sería “más humillada si rehuía la humildad” y el cono- cimiento que había adquirido en la meditación acerca de la vida de Cristo, la tenían tan em- Es bobada que le parecía el mayor timbre el practi- car la mayor humillación.

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