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FLOR DE AZUCENA 123 tadura de la moda y de la vanidad, mantuvo pa- ra someterse a la infancia humilde y abnegada del espiritu. “No me gusta tener nada que suene a títulos y mundo, decía. Tampoco me gusta tener auto por- que supone vanidad. Yo desearía ser franciscana totalmente franciscana.” A esta guisa la humildad de Margarita llegaba hasta las raices del alma, No le bastaba revestir- se de modestia y decoro como virgen cristiana, quería' vivir anonadada en Jesucristo. Solía decir “que no concebía cómo podía ha- ber quien se reputase grande delante del Señor” ni quien mo amase la humildad habiéndose Dios humillado. “Yo quisiera ser muy grande si con ser grande 1 Do e “ pudiera amar a Jesús y agradarle más: pero “ viendo que él se complace en los humildes, yo « desearía ser aniquilada si con eso amaba más a Jesús.” 'No obstante, no dejaba el enemigo de las al- mas de hacer su oficio tentándola con vanos pen- samientos. Cuando le ocurría dejarse llevar algo de ellos tenía gran miedo a presentarse en pú- "blico pues le parecía imposible que no lo notaran los demás... Deciame entonces que de la boca de todas las criaturas le parecía levantarse una voz diciéndo- le: “Yo te acuso”. Corría al Sagrario y allí se desahogaba confiadamente con unas frases del

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