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FLOR DE AZUCENA 117 En este sendero las almas pequeñitas corrieron raudas o volaron rápidas; las que nos preciamos de grandes, andamos a paso de tortuga sin ver aún el final del triunfo. Lo que tenemos constatado es que Margarita poseía un temperamento espiritual de una máxi- ma aproximación al de Teresita. También nuestra joven creía que su misión en la tierra era amar, y hacer amar como ella le amaba. A este respecto debemos consignar que predi- cando nosotros una misión a los pobres de Vigo y recomendándole yo a Margarita que orase por el éxito de aquel trabajillo, me contestó: “Tam- bién yo tengo que hacer mi misión. Jesucristo me lo exige y yo con todo corazón quiero cum- plir: mi misión es amar para que le amen...” En efecto, en semejantes ocasiones empleábase más tiernamente en ofrendar a Jesús su corazón. Yo mismo le dí una fórmula por indicación su- ya. “Jesús de mi alma que este mi corazón valga por todos los corazones que no te aman, y que te amen todos con el amor que te amo”, En otra ocasión predicaba yo (creo que en compañía del P. Manuel de Silos) en una pa- rroquia cuyo nombre no recuerdo... Doña Ma- ría Gasset nos había preparado la misión, pues la parroquia estaba junto a su casa... Margarita era entusiasta por las misiones, pero no se exhi- bía como otras, prodigándose en obras exterio-

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