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AITANA e pm A e A 114 ALMA INFANTIL Luego vino la Iglesia a glorificar sus virtudes, presentándola como modelo de las almas que van por el caminito de la infancia espiritual. La opinión adversa de los descontentadizos no detuvo la marcha triunfal de Teresita hacia los altares ni la glorificación universal de sus heroís- mos. Una expresión de la delicada grandeza de Santa Teresita es este verso que hizo ella diri- giéndoselo a la Virgen: “Todo cuanto me ha dado Jesús puede tomarlo, dile que no se debe de molestar por mí.” Esto lo escribió cuando habia recibido la gra- cia de no estar más apegada a los bienes del es- píritu y del corazón que a los de la tierra, según se refiere en el capítulo X de su historia. Aquella “petit ame” era heroica y grande con la grandeza y heroicidad de los principales San- tos. Generosa y amante, sólo atendía a amar a Jesús y vivir recogiendo las “flores de Jesús” para arrojarlas después desde el cielo. Cierto es que santos como el seráfico Padre San Francisco y Santa Clara de Asís tuvieron la gloria de verse en los altares a los dos o tres años de haber muerto, y pudieron aparecer ante sus mismos progenitores con la aureola de la bienaventuranza; pero son raros los que a los cin- cuenta años de haber nacido merecieron ocupar

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