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102 ALMA POETA Pero donde su pluma resonaba con sones de infantilidad deliciosa como desglosándose a si misma en rica pedrería que se suelta del sartal de sus cariños y amores, es en las composiciones de- dicadas a Jesucristo... El cariño era su fuerte; aún en medio de sus profundas meditaciones, cuando la unión con Je- sús parecía llamarla a otra temperatura sobrena- tural le chorreaba el cariño hacia el Niño Jesús en un idilio de ternuras que sólo las puede apre- ciar en su justeza quien viese el interior de aque- lla alma tropical. Cuando estos días leíamos en un librito eucarístico del Padre Olegario Corral estos versitos que envuelven una jaculatoria de liciosa: Ven sol solecito de la Eucaristía, solecito mío, ven sol, solecito que muero de frio. Se nos vino a las mentes el alma de nuestra Margarita que dice: El sol da al niño en la frente, buscando va al niño Dios: es que es un sol aquel niño: siempre un sol busca otro sol.

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