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Ta Benedicto XIV, el docto Cardenal Lambertini, además de los favores espirituales concedidos a la Sta. Casa, aco- metió la defensa de la tradición lauretana en su obra * De las fiestas de Jesucristo S. N. y de la Ssma. Virgen María 4, C. XVI. Clemente XIII desde que era Cardenal se mostró de- botísimo de este Santuario celebrando en él funciones, Co- muniones generales, y asistiendo a las Procesiones. Elevado al trono pontificio, enriqueció la Basílica con preciosos dones y regalos. Pio VI, el Pontífice del dolor, blanco de las iras de Napoleón, antes de encaminarse al Austria para el matri- monio imperial, vino a Loreto a encomendar su largo viaje a la protección de la Virgen. Pio VII que vió sonreir de nuevo la paz a la Iglesia, consiguó devolver entre grandes fiestas la sagrada estatua de la Virgen, arrebatada a la Sta. Casa por la mano sa- críilega de Napoleón y depositada por algún tiempo en el Museo de Louvre de París. Pio VIH consiguió rescatarla y devolverla a Loreto en medio de universal recocijo, de- spués de haberla coronado con corona de oro esmaltada de piedras preciosas. También Gregorio XVI visitó en peregrinación la Sta. Casa y repuso a los Jesuitas en el Colegio llírico. El Pontífice Pio IX que ya desde niño solía venir con sus padres a visitar la Santa Casa y en la qual hizo el voto de abrazar la carrera eclesiástica — si curaba de enfermedad --, muchas veces durante su largo, atribulado y glorioso Pontificado vino en peregrinación a la Sta. Casa de Loreto. Dones riquísimos envió a Loreto, y nunca dejó pasar ocasión propicia para glorificar con su augusta palabra la Santa Casa de Nazaret, por medio de cartas, Breves o Bulas Apostólicas. En su Bula de 26 de Agosto de 1852 expresa su pensamiento con las palabras siguientes: " Entre todos los templos consagrados [a la Madre de Dios, la Inmaculada Virgen María, uno ocupa el primer lugar y resplandece con luz incomparable : la veneranda y augustí-
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