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0 = Pero además no faltan testimonios muy anteriores a Nicéforo que atestiguan la existencia de una Iglesia en Na- zaret, erigida sobre la Casa de la Encarnación y dedicada a la Ssma. Virgen. De estos testimonios podemos citar los casi contem- poráneos : S. Jerónimo, Sta. Paula, Sta. Silvia y S. Paulino de Nola. S. Jerónimo, dálmata, lleno de fuego y entregado a vida penitente y austerísima, después de haber convivido por algún tiempo con los monjes en la soledad de Siria huyendo de la grande metrópoli occidental, se redujo final- mente a vivir en una gruta de Belén, donde mortificaba su cuerpo con penitencias y ayunos y templaba cristianamente su espíritu con la lectura y meditación de los Libros Santos. Por medio de sus cartas que frecuentemente escribía a la ciudad de los Césares de la cual no podía olvidarse, y con el irresistible atractivo de sus virtudes atrajo a su ideal de estudio, soledad y penitencia, no pocas de las más ilu- stres matronas romanas, entre las cuales es digna de notarse Sta. Paula madre de Eustoquio, que antes de unírsele en el retiro de Belén, quiso visitar todos los lugares santificados por el Redentor. S. Jerónimo menciona esta peregrinación de Sta. Paula, pero se limita a recordar las ciudades y nada dice de las Iglerias, salvo rarísima excepción. Entre los lugares visitados por Sta. Paula nombra expresamente Nazaret... " inde cito itinere percurrit Nazarel... nutricu- lam Domini... y La misma Sta. Paula escribiendo en al año 386 a la noble Marcela, que andaba luchando consigo misma y no acababa de resolverse a abandonar definitivamente la vida cómoda de la ciudad, e invitándola a la mística contem- plación de Belén, le indica los lugares santos que juntas podrían visitar, declarando formalmente que en todos ellos babía Iglesias como trofeos de Cristo. Escribiendo de esto,

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