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prodigó. sus tesoros, especialmente en costruir Iglesias. (Migne, v. 20. c. 1101). Al mismo viaje y en el tiempo indicado por Eusebio, hace referencia el historiador Sozómeno (Il, 2: Migne, y. 67, c. 936). Ahora bien, Nicéforo menciona precisamente este viaje de la Emperatriz con los mismos detalles y cir- cunstancias; pero mientras que los repetidos historiadores lo mencionan tan solo, él lo describe minuciosamente, enu- merando las Iglesias que la piadosa soberana mandó edi- ficar, entre otras la de Nazaret. ' ... llegó, dice, a Nazaret y habiendo encontrado allí la Casa de la Salutación An- gélica, elevó en el mismo punto un grandioso templo a la Madre de Dios. ;. De todo lo dicho se deduce que no existe contra- dicción alguna entre los historiadores anteriores y Nicéforo Calisto. Del hecho que aquellos no citen otras Iglesias que las grandes Basílicas de Jerusalén (Olivete) y Belén, edificadas por la munificencia imperial, no se sigue que en realidad no haya hecho construir otras. Si estableciésemos como lo hace Chevalier, que para que sea cierta una no- ticia de un historiador, debe ser explícitamente consignada por los anteriores, llegaríamos a conclusiones erróneas y desastrosas. En aquel espléndido y maravilloso Ñorecer de Iglesias y de instituciones durante el siglo IV” a impulsos del en- tusiasmo ardoroso de los cristianos y de la Casa Imperial, no es para maravillarse que un historiador aúlico, como Eusebio, pase por alto sin citar la Basílica de Nazaret, como tampoco mencionó la del Sto. Sepulcro. Además es ridículo oponer que Sta. Elena en su viaje y permanencia en Palestina no tenía tiempo para construir la Iglesia de Nazaret, como si para llamarse autor de la erección de un edificio fuese necesario presenciar desde la colocación de la primera piedra hasta el coronamiento del tejado, y no sea suficiente haber dado el orden de costruc- ción y atendido a los gastos.

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