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TE violación, y de los hombres abriendo para su apostasía y perdición ancha carrera. Millones de almas redimidas con la sangre del Hijo de Dios arden en estos momentos en el infierno por culpa suya. Ha descatolizado gran parte del mundo. Y no se me objete que hay muchos libera- les honrados á quienes no puede sin injusti- cia declararse autores de esos excesos; por- que contestaré, diciendo, que ante Dios y an- te la historia tan responsable es el que hace los revolucionarios, como el que hace la re- volución. Todos son culpables, los unos vor haber propagado doctrinas criminales, los otros por haber ejecutado el crimen; los unos por haber envenenado las ideas, los otros por haberlas llevado á la práctica; los prime- ros por haber creado la pólvora, y los segun- dos por haber colocado el explosivo al pié del edificio religioso, hasta hacer volar par- te de él en pedazos. En vista, pues, de este proceso que gravita sobre el Libera ismo con todo el peso de un formidable anatema, con más justicia que un juez ordinario fulmina la sentencia de pena capi:al contra un criminal común autor de un asesinato, lícito nos será condenar en el tribunal de la razón ese sistema nefando que encierra en su seno, como el mar las aguas de los rios, todos los crímenes de dos siglos. ¡El Liberatismo ha perturbado la vida pacifica de los pueblos, ha debilitado en ellos la luz de la fé y ha conmovido los mismos cimien- tos de la sociedad! ¡reo es de muerte!

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