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E yr PE mas, como la ardiente lava que desciende del monte volcánico seca y abrasa los arbus- tos floridos que crecían ufanos á sus pies, nace de los centros liberales. Además la calumnia en el Liberalismo y en su prensa ha llegado á hacerse habitual. El Sumo Pontífice, los Señores Obispos, las Or- denes religiosas, los Sacerdotes seculares y las personas piadosas han sido cien veces víctimas de esa arma innoble, con la cual quieren suplir la fuerza de la verdad que les falta. Empleando unas veces la frase culta y elegante, y otras veces la vil y soez, abultan- do la falta, si se ha cometido, inventándola si no existe, Ó dando á una obra buena una in- terpretación perversa, su fin es exponer á las personas espirituales ó consagradas á Dios al odio ó al ridículo del pueblo. El resultado final de los esfuerzos unidos en esas dos terribles potencias, el Poder ci- vil haciendo leyes liberales, y la prensa libe- ral creando ¿atmósfera favorable al triunfo completo del Liberalismo, ha sido un con- junto de perturbaciones materiales, sociales y religiosas de tal importancia, que es para mí un fenómeno sicológico incomprensible la existencia de un individuo Ó de una aso- ciación, sosteniendo tranquilamente en su conciencia el peso de su inmensa responsay bilidad.