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q 7 el orden moral, es decir, una violación uni” versal del Decálogo. El primer acto que han ejecutado los liberales doctrinarios, después de api derarse del Sinaí del Poder, es romper las tablas de la ley. Dura es esta afirmación, pero la historia demuestra que es verdadera. Comience V. por observar que el Libera- lismo, en el mero hecho de proclamar al Esta- do independiente de Dios, ha destruído la misma noción de autoridad. El (aún el más moderado) defiende como santas y lícitas las libertades de perdición después de conde- nadas por la Iglesia. Si pues es lícito (según los liberales) rebelarse contra la autoridad de la Iglesia, no es la Iglesia autoridad legitima; si la Iglesia no es autoridad legítima, tampo- co lo es Dios que la fundó y habla por medio de ella; y es evidente que rechazada la auto- ridad de Dios, todos los hombres son iguales y quien pretenda dominar ó mandar á otro es un tirano. Derribado el trono de la Divinidad, todos los tronos de la tierra que se apoyaban en él caen hechos astillas. Como exacta realización de este razona- miento, el Liberalismo ha tratado de destruír ó debilitar las dos autoridades más santas que hay en la tierra, la autoridad eclesiástica y la autoridad paterna. Ese sacerdote domés- tico que se llama' el padre de familia ha
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