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E esas leyes son leyes y no son una iniquidad vergonzosa, esos principios que Dios grabó secretamente en elcorazón del hombre y pro- mulgó después solemnemente desde la cum- bre del Sinaí, envuelto enla tempestad, y con- firmó, por último, bajando El mismo en Per- sona del cielo á restaurar su reinado en el seno de la gentilidad; esos principios, digo, son la voz del infalible, son la voz del impe- cable, son la voz de Dios. Y por ser la voz del que no puede engañarse confundiendo el mal con el bien, ni puede abandonar el bien y abrazar el mal, por eso constituyen el arma- zón inmoble del edificio social cuya conser- vación es cuestión de vida ó muerte para el mundo, por eso son la norma soberana, eter- na é indefectible de todas las leyes humanas. Sea un monarca absoluto, sea un Parlamento representación de la sociedad, sea un pueblo entero el que se pone en movimiento para elevar á la categoría de ley una afirmación ó negación cualquiera, su primer deber es con- esar la posibilidad de que aquella ley sea una injusticia por estar basada en un error moral, y el segundo llevarla respetuosamente al pe- so del Santuario. ¿Se halla conforme con los orincipios de Derecho natural? Aquella ley obliga porque se ha puesto en. comunicación con Dios que es el origen de la autoridad. ¿Disiente de ellos? Pues aunqne sea Calígula Ó Nerón el que hace la señal desde su trono la sociedad no debe dar un paso. El pueblo no debe obedecer más que á Dios ó en quien le hablaen su nombre, y para hablar á nom- bre de Dios no basta ser soberano legítimo,

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