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AN el mundo pagano; y esos mismos errores manchan las leyes de todos aquellos pueblos que no han venido á beber sus ideas en la purísima fuente de la Iglesia Católica. Pero hay más. Parte de esas aberraciones, junto con otras de invención moderna, lorma el patrimonio necesario de todas aquellas nacio- nes que, aún viviendo sumergidas úentro de los resplandores del Cristianismo, se han se- parado de él con el corazón. Es un hecho pa- tente en la historia. El pueblo que abandona la fé católica ó no la recibe queda condena- do á la obscuridad aún respecto de aquellas verdades que parecen asequibles á la razón. Ignoro si esto es un fenómeno natural Ó un castigo de Dios, pero la existencia de! hecho es innegable. ¿No estamos viendo hoy mismo á los que se llaman espíritus fuertes, inte- lectuales y directores del pueblo defender con la mayor frescura la licitud del divorcio y de la propaganda del error, la ley de la fuerza, la teoría de los hechos consumados, y aprobar como laudable el acto de un hom- bre que se quita la vida Ó se la quita á su prójimo en una reyerta que solo en la forma se distingue de la que podrían sostener dos cafres en el seno de los bosques? No existe, 1 pues, en el pueblo, ni existe en los ilustra- 8 dos, ni ha existido nunca, ni existirá jamás 3 la luz suficiente para conservarse infalible- Y! mente inmunes detodos los errores acerca del 1 orden moral. Al Pero demos por supuesto aquello mismo 08 cuya existencia jamás podrá demostrarse; su- a pongamos que el pueblo estuviese adornado y a 7. ó

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