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AS se en las necesidades del progreso es un acto, además de impío é irracional, eminentemente reaccionario. La doctrina católica no cambia como no cambian los principios del Algebra ó de la Ontología. A pesar de el fonógrato de Edisson, de las máquinas de vapor y de los vuelos de Vedrines, el todo sigue sien do mayor que la parte y Dios sigue siendo ne- cesario á la humanidad. No es lícito, pues, al Jefe del Estado el de- jar impune la propaganda del error á no ser que la nación se encontrase en estado de hi- pótesis. «Sila inteligencia, dice S. S. León XIII, asiente á opiniones falsas, y si la volun- tad tiende y se abraza al mal, ni una ni otra alcanzan su perfección, antes decaen de su dignidad natural y se pervierten y corrom- pen; de donde se sigue que no debe ponerse á la luz y á la contemplación de los hombres lo que es contrario á la virtud y á la verdad. ni much» menos favorecerlo y amparartio con las leyes» y Pío IX condenó solemnemente en su Encíclica Quanta cura la siguiente pro- posición: «Todo ciudadano tiene derecho pa- ra manifestar todas sus ideas, sin qu: pueda ser castigado ni por la autoridad eclesiástica ni por la autoridad civil». Resumiendo en breves palabras la doctri- na sobre los pecados del entendimiento, po-
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