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A mantener el orden material por medio de la fuerza armada y que tiene derecho á mirar impasible cómo la sociedad va verdiendo in- sensiblemente lo que hay en ella de más ínti- mo y trascendental, las ¿ideas religiosas. Consecuentes con ese error fundamental, si algún día llegan ellos á ponerse al frente de los destinos del pueblo, creen haber llenado cumplidamente su deber construyendo acora- zados, creando nuevos cuerpos de ejército, abriendo canales y caminos ó fortificando los puertos, mientras dejan abandonada é inde- fensa la verdad religiosa que tiene más fuer- za para asegurar la paz pública que los ejér- citos mejor organizados,y protegen la propa- ganda del error que lleva en sus entrañas más fuerza de destrucción que la más poten- te escuadra enemiga. Y lo más doloroso es que defienden esa conducta altamente re- prensible como un sistema de gobierno que no es lícito abandonar sino se quiere renegar de la civilización y del progreso. Pues bien, esta afirmación es un error cuyas formidables consecuencias estamos por desgracia palpan- do hace tiempo. El ciudadano es hombre an- tes que ciudadano, como hombre debe alcan- zanzar el fin para que Dios le crió y el Jefe del Estado que pone la fuerza armada al ser- vicio de otro hombre que trabaja para que pierda ese último fin comete un crimen cuya gravedad solo Dios puede medir. Preferible sería el que no existiese la sociedad ó se di- solviese si los individuos que la forman hu- biesen de encontrar por necesidad en ella peligros inminentes, creados 6 protegidos

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