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— 37 cepción de María, la inmortalidad del alma 6 la necesidad de la gracia, niega una cosa mandada creer, y, por consiguiente, comete un pecado, ofende á Dios. Por eso es pecado la herejía que consiste en un error volunta- rio acerca de una verdad de fé, y por eso es pecado tambien el juicio temerario que no es más que un asentimiento firme y ofensivo á la reputación del prójimo formado por razo- nes de poco momento. Los actos de la inteligencia aislados y sin relación alguna á las demás potencias espe- cialmente á la voluntad son entes de razón que no se encuentran jamás en el orden de la naturaleza. Por eso la expresión «no hay pecados en el entendimiento» solo puede significar que no peca el hombre abrazando el error y esta afirmación, que lafilosofía y el sentido común condenan, ha sido también condenada repetidas veces por la Iglesia Ca- tólica. La verdad religiosa es el lazo sagrado que une á la humanidad con su Dios; rom- perlo es un crimen inaudito que deja al hom- bre incomunicado con su Creador; pero pro- clamar la teoría de que es lícito quebrantar- lo impunemente es burlarse á un tiempo de Dios, de la vérdad y del género humano. El entendimiento ha sido creado para la verdad, como la voluntad para el bien, como la fan- tasía para las imágenes, como el corazón pa- ra amar, como los ojos para ver, como las aves para volar, como los tronos para los re- yes, como los reyes para los pueblos, como los pueblos para Dios. Es, pues, en el hom- bre obligación gravísima el acercar su enten- Ñ

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