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ET, pondo y digo que el pecado de una potencia cualquiera consiste en el acto de esa poten- cia, como se ve por lo dicho en el articulo primero. Ahora bien, dos especies de actos tiene la razón, el primero en comparación á su objeto propio que es conocer la verdad, el segundo en cuanto dirige las otras poten- cias. De ambos modos puede haber pecado en la razón; el primero cuando se desvía de la verdad, lo cual constituirá pecado si tiene ignorancia ó error acerca de aquellas cosas que puede y debe saber; el segundo cuando impera los actos desordenados de las poten- cias inferiores, Ó, después de haberse dado cuenta de ellos, no los reprime». Y en la con- testación á una de las objeciones declara más el iondo de su pensamiento diciendo: «La voluntad mueve á la razón y en cierto modo la razón mueve también á la voluntad; de donde se sigue que el movimiento de la vo- luntad puede llamarse racional y el acto de la razón voluntario; y en este sentido puede haber pecado en la razón ó en cuanto su de- fecto (Ó sea el error) es voluntario ó en cuan- to que la razón es principio de los actos de la voluntad». Es, pues, evidente para Santo Tomás que puede haber pecado en la inteligencia. Es cierto, sin embargo, y el mismo Santo lo da á entender claramente en su luminoso artículo, que el sujeto propio del pecado es la voluntad, y que los errores de la inteligen- cia son pecaminosos por lo que tienen de voluntarios. Dedúcese de aquí que la propo- sición «no hay pecado en el entendimiento»

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