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dl de conceder al público la autoridad del Es- tado sin infracción de sus deberes.< El Liberalismo es partidario de la separa- ción de la Iglesia y del Estado, error repro- bado por Pío IX en aquella proposición con- denada «Debe separarse la Iglesiad el Es tado y el Estado de la Iglesia.» El Liberalismo proclama como lícito e principio libesal de no intervención, conde- nado por Pío IX en aquella proposición «De- de proclamarse y observarse el principio que llaman de no intervención.» El Liberalismo defiende el sufragio unt- versal como principio de autoridad, error condenado por el mismo S umo Pontífice en aquella proposición del Syllabus «La auto- ridad no es más que la suma del número y de las fuerzas materiales.» Así podríamos ir recorriendo los errores del Liberalismo como quién recorre les ani- los de una serpiente, y hallariamos que no hay uno que los Sumos Pontífices no hayan anatematizado y reprobado, marcándolo con un estigma de fuego.
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