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ERA, EEN de ese genero es dañosisima á la libertad verdadera.» El Liberalismo defiende la libertad de im- prenta y este error ha sido reprobado por el mismo Sumo Pontífice Pío IX en aquella pro- posición del Syllabus que dice: «Es abso- lutamente falso que la libertad civil de cul- tos y la plena potestad concedida á todos de manifestar en privado y en público toda clase de opiniones y pensamientos conduz- ca á corromper más facilmsnte las costum- bres de los pueblos y las almas; y á propa- gar el indeferentismo; y León XII! en la En- cíclica citada más arriba añade: «En cuanto á las opiniones falsas, pestilencia la más mor!ífera del entendimiento, y en cuanto á los vicios que corrompen el alma y las cos- tumbres, es justo que la pública autoridad los cohiba con diligencia. El Liberalismo defiende el Pase regio, in- justicia anatematizada por Pío IX en aquella proposición «No es lícito á los Obispos pro- mulgar sin el permiso del Govierno ni las mismas Letras Apostólicas. El Liberalismo proclama la supremacia ab- soluta del Estado, error condenado por el mismo Sumo Pontífice en aquella proposi- ción del Syllabus que dice «El Estado, co- mo origen y fuente de todos los derechos, goza de ciorto derecho que no reconoce lí- miles.» El Liberalismo defiende la libertad de en- señanza, condenada por León XIII en su En- cíclica Libertas, cuando escribe hablando de dicha libertad «...licencia que nunca pue-
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